viernes, 20 de marzo de 2015

¡¡¡YA ME PUEDES DAR EL ALTA ¡¡¡ carta de agradeciento de un paciente



Hola Emma!
Te escribo para decirte que últimamente me acuerdo mucho de ti –no puede ser de otra manera–. Y porque me apetece compartir contigo el momento que estoy viviendo. Yo lo llamo el final de un proceso y el comienzo de mi etapa de madurez en la vida.
Sí Emma, un proceso, y tú lo sabes muy bien, que comenzó hace unos cuantos años el día que entré por primera vez en tu consulta, que estaba en la calle Rascón  si mal no recuerdo. Un proceso que ha sido largo, duro, lleno de sufrimiento… esto no lo puedo negar, pero del que a día de hoy estoy recogiendo los frutos. ¡Y lo he hecho yo sólo! Eso sí, con mucho esfuerzo. Pero, como siempre digo, cuando uno pone todo su empeño en algo, no tiene más remedio que salir algo bueno.
Esta carta está escrita desde el agradecimiento. Como he dicho antes, tú plantaste la semilla, que yo me he encargado de regar para que crezca algo de lo que hoy recojo los frutos.
Por darte algunas pinceladas, en primer lugar, decirte que soy una persona feliz. Con lo poquito que tengo, con lo poco que he conseguido en la vida, pero soy feliz con eso y conmigo mismo.
Acabo de decirte que soy feliz con lo poco que tengo, que en verdad es mucho; y me explico… No tengo un puto duro, eso no es nuevo. Creo que la vez que he tenido más dinero en la cuenta fue cuando estudiaba  y me ingresaban la beca. Sin embargo, no sólo tengo poco dinero –ya iré consiguiendo lo suficiente para vivir–, sino que también tengo muy poco de otras cosas. Por ejemplo, a día de hoy tengo muy poca vergüenza: en el sentido literal y en el sentido metafórico –vaya, que estoy hecho un sinvergonzón…–. Otra cosa de la que carezco es de preocupaciones innecesarias. Y es que los momentos malos en la vida, aunque no nos los busquemos, vienen solos Emma. Anda que no he aprendido nada de lo que pasó  en mi casa. Entonces, nos conviene más ocuparnos –sin el pre- delante– de las cosas malas cuando lleguen, que preocuparnos antes de que lleguen, porque es que, además, igual ni siquiera suceden.
Me enseñaste muchas cosas, pero creo que la más importante fue lo que te voy a comentar ahora. He aprendido que los hábitos de conducta o los hábitos psicológicos,en ellos sí que se puede trabajar, y yo tenía mucho trabajo por delante. Pues bien Emma, a día de hoy puedo decir, sin temor alguno, que le he dado la vuelta a mis hábitos de conducta. Sí, lo que me sale automático es justo lo contrario. Lo que te he comentado antes de las preocupaciones me sale así sólo, sin tener que pararme a pensarlo. ¿No es maravilloso?
También puedo hablarte de la forma en que gestiono mis miedos. Al final, me  he dado cuenta de que los miedos siempre van a estar ahí y, además, es necesario que estén. Por cierto, también he llegado a la conclusión de que todos los miedos se reducen a uno sólo: miedo a perder; a perder lo que somos, lo que hemos conseguido, etc. Lo que no podemos permitir es que los miedos nos dominen, decidan por nosotros e, incluso, nos impidan actuar. Mis miedos los utilizo ahora para medir los riesgos de mis decisiones, nada más y nada menos.
Sobre mi forma de ser, mi personalidad –puñetero perfeccionismo, que tanto sufrimiento me ha causado– decirte que también le he dado la vuelta. Ya pocas veces juega en mi contra, al revés, he conseguido que juegue en mi equipo. Y esto pone en mis manos un arma super poderosa de la que debo aprovecharme. Y no te creas que no lo hago… Por cierto, nunca se me olvidará el hecho de que te bastó escucharme durante cinco minutos para saber que era un perfeccionista.
En cuanto a las relaciones personales, también estoy maravillado… Siempre que puedes, me preguntas por esto, y ya hasta creo que sé el porqué. Pero, empezando por el principio, para que pueda afirmar eso de que también estoy maravillado en lo que consigo en las relaciones personales –la mayoría de las veces sin pretenderlo–, antes debían darse las condiciones ideales. Es decir, antes de convertirme en una persona atractiva para los demás, debía convertirme en atractivo para mí mismo; lo que traducido resulta en: aceptarte cómo eres y darte esa libertad, confiar en uno mismo, etc. De eso voy sobrado Emma, y no hablo desde la prepotencia, sino que es un reflejo la realidad. Y es que cuando uno es feliz, esa felicidad se transmite y hasta se contagia.
Para terminar, Emma, decirte que había algo en el fondo de mí que me decía que este momento, antes o después, iba a llegar. Sigo siendo la misma persona que antes, pero mi actitud ante la vida ha cambiado radicalmente, la forma en la que me tomo las cosas es casi justo al contrario. Y la receta no es tan complicada, pero sí reconozco que es difícil llevarla a cabo. Cada vez que puedo, le comento a alguien en quien tenga cierta confianza esto que te voy a contar. Todos los días me tomo una pastillita, que antes se me olvidaba tomar casi todos los días. En cambio, ahora, ya me cuido yo de que no se me olvide. Es una pastilla magnífica, pero no te la receta ningún médico, ni la venden en ninguna farmacia. Te la tienes que recetar tú mismo, y en la caja pone “Confía en ti”.
Como te decía antes, llevar esto a buen puerto me ha costado bastante tiempo y esfuerzo, pero el resultado ha merecido la pena. Digamos que me he llevado media vida –tengo 32, así que, con suerte, media vida– aprendiendo… Ahora lo que toca es aprovechar la otra media para disfrutar de lo aprendido. Ese es mi objetivo en la vida, y si puedo compartirlo con alguien que merezca la pena, mejor que mejor. Con esto no quiero dar a entender que el trabajo esté hecho, ni mucho menos. Pero sí creo que me encuentro en una disposición magnífica para afrontar lo que me venga, y para luchar por lo que me proponga como objetivos, por mis intereses en la vida.

Y aquí acaba mi carta de agradecimiento,
Un beso.

EL QUE QUIERE SALIR DE DONDE ESTA SALE ,SOLO HAY QUE QUERER Y TRABAJARLO ,POR QUE EL EXITO ESTA ASEGURADO ¡¡¡

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