Hola Emma!
Te escribo
para decirte que últimamente me acuerdo mucho de ti –no puede ser de otra
manera–. Y porque me apetece compartir contigo el momento que estoy viviendo.
Yo lo llamo el final de un proceso y el comienzo de mi etapa de madurez en la
vida.
Sí Emma, un
proceso, y tú lo sabes muy bien, que comenzó hace unos cuantos años el día que
entré por primera vez en tu consulta, que estaba en la calle Rascón si mal no recuerdo. Un proceso que ha sido
largo, duro, lleno de sufrimiento… esto no lo puedo negar, pero del que a día
de hoy estoy recogiendo los frutos. ¡Y lo he hecho yo sólo! Eso sí, con mucho
esfuerzo. Pero, como siempre digo, cuando uno pone todo su empeño en algo, no
tiene más remedio que salir algo bueno.
Esta carta
está escrita desde el agradecimiento. Como he dicho antes, tú plantaste la
semilla, que yo me he encargado de regar para que crezca algo de lo que hoy
recojo los frutos.
Por darte
algunas pinceladas, en primer lugar, decirte que soy una persona feliz. Con lo
poquito que tengo, con lo poco que he conseguido en la vida, pero soy feliz con
eso y conmigo mismo.
Acabo de
decirte que soy feliz con lo poco que tengo, que en verdad es mucho; y me
explico… No tengo un puto duro, eso no es nuevo. Creo que la vez que he tenido
más dinero en la cuenta fue cuando estudiaba y me ingresaban la beca. Sin embargo, no sólo
tengo poco dinero –ya iré consiguiendo lo suficiente para vivir–, sino que
también tengo muy poco de otras cosas. Por ejemplo, a día de hoy tengo muy poca
vergüenza: en el sentido literal y en el sentido metafórico –vaya, que estoy
hecho un sinvergonzón…–. Otra cosa de la que carezco es de preocupaciones
innecesarias. Y es que los momentos malos en la vida, aunque no nos los
busquemos, vienen solos Emma. Anda que no he aprendido nada de lo que pasó en mi casa. Entonces, nos conviene más
ocuparnos –sin el pre- delante– de las cosas malas cuando lleguen, que
preocuparnos antes de que lleguen, porque es que, además, igual ni siquiera
suceden.
Me enseñaste
muchas cosas, pero creo que la más importante fue lo que te voy a comentar
ahora. He aprendido que los hábitos de conducta o los hábitos psicológicos,en
ellos sí que se puede trabajar, y yo tenía mucho trabajo por delante. Pues bien
Emma, a día de hoy puedo decir, sin temor alguno, que le he dado la vuelta a
mis hábitos de conducta. Sí, lo que me sale automático es justo lo contrario.
Lo que te he comentado antes de las preocupaciones me sale así sólo, sin tener
que pararme a pensarlo. ¿No es maravilloso?
También
puedo hablarte de la forma en que gestiono mis miedos. Al final, me he dado cuenta de que los miedos siempre van a
estar ahí y, además, es necesario que estén. Por cierto, también he llegado a
la conclusión de que todos los miedos se reducen a uno sólo: miedo a perder; a
perder lo que somos, lo que hemos conseguido, etc. Lo que no podemos permitir
es que los miedos nos dominen, decidan por nosotros e, incluso, nos impidan
actuar. Mis miedos los utilizo ahora para medir los riesgos de mis decisiones,
nada más y nada menos.
Sobre mi
forma de ser, mi personalidad –puñetero perfeccionismo, que tanto sufrimiento
me ha causado– decirte que también le he dado la vuelta. Ya pocas veces juega
en mi contra, al revés, he conseguido que juegue en mi equipo. Y esto pone en
mis manos un arma super poderosa de la que debo aprovecharme. Y no te creas que
no lo hago… Por cierto, nunca se me olvidará el hecho de que te bastó
escucharme durante cinco minutos para saber que era un perfeccionista.
En cuanto a
las relaciones personales, también estoy maravillado… Siempre que puedes, me
preguntas por esto, y ya hasta creo que sé el porqué. Pero, empezando por el
principio, para que pueda afirmar eso de que también estoy maravillado en lo
que consigo en las relaciones personales –la mayoría de las veces sin
pretenderlo–, antes debían darse las condiciones ideales. Es decir, antes de
convertirme en una persona atractiva para los demás, debía convertirme en
atractivo para mí mismo; lo que traducido resulta en: aceptarte cómo eres y
darte esa libertad, confiar en uno mismo, etc. De eso voy sobrado Emma, y no
hablo desde la prepotencia, sino que es un reflejo la realidad. Y es que cuando
uno es feliz, esa felicidad se transmite y hasta se contagia.
Para
terminar, Emma, decirte que había algo en el fondo de mí que me decía que este
momento, antes o después, iba a llegar. Sigo siendo la misma persona que antes,
pero mi actitud ante la vida ha cambiado radicalmente, la forma en la que me
tomo las cosas es casi justo al contrario. Y la receta no es tan complicada,
pero sí reconozco que es difícil llevarla a cabo. Cada vez que puedo, le
comento a alguien en quien tenga cierta confianza esto que te voy a contar.
Todos los días me tomo una pastillita, que antes se me olvidaba tomar casi
todos los días. En cambio, ahora, ya me cuido yo de que no se me olvide. Es una
pastilla magnífica, pero no te la receta ningún médico, ni la venden en ninguna
farmacia. Te la tienes que recetar tú mismo, y en la caja pone “Confía en ti”.
Como te
decía antes, llevar esto a buen puerto me ha costado bastante tiempo y
esfuerzo, pero el resultado ha merecido la pena. Digamos que me he llevado
media vida –tengo 32, así que, con suerte, media vida– aprendiendo… Ahora lo
que toca es aprovechar la otra media para disfrutar de lo aprendido. Ese es mi
objetivo en la vida, y si puedo compartirlo con alguien que merezca la pena,
mejor que mejor. Con esto no quiero dar a entender que el trabajo esté hecho,
ni mucho menos. Pero sí creo que me encuentro en una disposición magnífica para
afrontar lo que me venga, y para luchar por lo que me proponga como objetivos,
por mis intereses en la vida.
Y aquí acaba
mi carta de agradecimiento,
Un beso.
EL QUE QUIERE SALIR DE DONDE ESTA SALE ,SOLO HAY QUE QUERER Y TRABAJARLO ,POR QUE EL EXITO ESTA ASEGURADO ¡¡¡